lunes, 26 de junio de 2017

El «efecto PEP» en Colombia: Desarmar los corazones

Este contenido también está disponible en: Inglés  Francés  Italiano
El comandante Elmer Arrieta con representantes de la ONU
Marian Masoliver es una cineasta que ha viajado a Colombia, con Simon Edwards, para documentar el efecto que el Programa de Educación para la Paz (PEP) tiene en los excombatientes, las víctimas y en otros grupos que han sufrido una guerra de cinco décadas que está llegando a su fin. En este blog relata su viaje al pueblo de Santa Lucía y su encuentro con miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el grupo rebelde más numeroso del país.
En su anterior blog se puede leer sobre su visita a Ituango.
Nos levantamos a las cinco de la madrugada y viajamos casi dos horas, por un camino de tierra, para adentrarnos en las montañas de Colombia.
Santa Lucía tiene unas 30 casas muy humildes, dispersas a lo largo de un cañón muy profundo de unos 9 kilómetros. Es esta zona viven, además de algunos campesinos, 250 guerrilleros de las FARC, que, si se lleva a cabo el acuerdo de paz, entregarán sus armas a las Naciones Unidas. Supervisa el proceso el gobierno colombiano, líderes de las FARC y representantes de las Naciones Unidas.
Contenedor de la ONU para recoger las armas de las FARC
El jeep va muy rápido por el camino rural y Simon, Rodrigo (el periodista brasileño que nos acompaña) y yo, tenemos que sujetarnos con fuerza. A ambos lados nos rodean montañas de densos bosques.
Carlos Andrés, nuestro guía de la oficina colombiana del Alto Comisionado para la Paz, nos precede en su motocicleta.
En un momento dado se para y nos sugiere  fotografiar el cartel que anuncia que entramos en territorio de las FARC.
Poco después, paramos en un control militar para mostrar los pasaportes a unos jóvenes soldados que anotan nuestra entrada al campamento.
En la base de la ONU una amable oficial chilena nos da la bienvenida y a continuación, junto con un capitán y un representante de las FARC, nos explican las normas del campamento, mientras tomamos un «tinto» (café dulce).
Simon tomando imágenesSubimos al jeep y recorremos 9 km hacia el interior del cañón. Carlos nos enseña las tiendas en las que viven los guerrilleros, y nos dice que se está construyendo un nuevo campamento porque dejarán este muy pronto.
Cuando llegamos a la entrada un grupo de guerrilleros nos da la bienvenida con otra taza de «tinto». El ambiente es muy tranquilo y relajado. Les pregunto si pescan en el río y empezamos a hablar de la fauna, del tiempo, intentando romper el hielo, y la conversación pasa, de modo natural, a su vida en el campamento. Es una entrevista muy informal, todo sucede lentamente y tenemos la sensación de estar pasando un día en el campo.
Más tarde, Carlos nos dice que podemos entrevistar a Elmer Arrieta, «El flaco», comandante del campamento. Primero le entrevista el periodista brasileño y luego nos vamos a comer: arroz blanco, huevos fritos y carne, acompañado de un delicioso jugo de banana. Hablamos con Elmer de política y todos hacemos bromas.
Al terminar de comer bromea y nos dice que solo nos concede dos minutos. Aunque no tiene muchos años, parece cansado, lógico tras 25 años de guerra viviendo en la selva en condiciones inhumanas.
Comprendo que la entrevista no será tan larga como pensaba, así que reviso las preguntas y decido que el único tema será la paz. Le hablo de la Fundación Prem Rawat y del Programa de Educación para la Paz y conversamos media hora. Él me dice cosas como:
«Me parece muy interesante lo que me cuentas de la Fundación»
«Hay que construir la paz desde el corazón, hay que desarmar los corazones».
Añade que saben que han hecho cosas que están mal y piden perdón por ello.
«Cuando ves que se abre la puerta al perdón y la reconciliación, te dices: Se acabó la guerra en mi cuerpo, a partir de ahora mi corazón late por la paz».
«Estoy convencido de que la mejor opción es la paz, que debe acabar el odio para dar paso a la reconciliación».
«Esperamos que muy pronto haya paz en Colombia, y depende de que nos involucremos, y de que la comunidad internacional nos siga apoyando como hasta ahora. Que podamos hablar como seres humanos civilizados y lleguemos a un futuro muy distinto que ayude a la humanidad».
También entrevistamos a una guerrillera de 22 años. Me sorprendió su alegría y energía y, al acabar, nos enseñó el campamento.
Un día muy especial que ha dejado claro que todo el mundo quiere la paz.
Nuevo campamento
Paisaje desde el cañón
Representantes de las Naciones Unidas
Un niño jugando
Una familia de Santa Lucía
Tiendas de los guerrilleros
La «chiva» (autobús) de regreso a Ituango
En su próximo blog se puede leer sobre su visita a Colombia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario