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El primer Programa de Educación para la Paz (PEP) llevado a cabo en Michigan se celebró, recientemente, en su capital Lansing, causando un profundo impacto en algunos de los participantes. Y todo comenzó con unos pocos mensajes a través de Facebook.
Candice Wilmore, residente en Lansing y voluntaria del equipo de recaudación de fondos de la Fundación Prem Rawat (TPRF), nunca había participado en el PEP. Pero esta primavera decidió compartir, en su página de Facebook, unos enlaces del sitio web de la Fundación, en los que se puede ver cómo este programa está teniendo un impacto positivo en cárceles y otros lugares. Las historias llamaron la atención de un amigo de Facebook que conocía el interés de un grupo de personas de la Iglesia Unitaria Universalista de Gran Lansing, por encontrar un programa secular de reforma penitenciaria que pudiera beneficiar a los internos, a los que han salido y a sus familias. Tras leer unos artículos de la web y ver unos vídeos sobre el PEP, invitaron a Candice a hablar del programa en una de sus reuniones.
«Yo nunca había estado en una sesión del PEP, y les dije que también quería participar en el programa para aprender —dice Candice—. Les mostré un folleto y ni siquiera sé muy bien lo que dije, pero se mostraron encantados. Tan solo una semana después, decidieron solicitar los materiales. Para mí, esto demuestra el poder de las redes sociales».
Este grupo de la iglesia decidió participar en el PEP y abrirlo a otros miembros de la iglesia, antes de ofrecérselo a los presos.
Cherice Fleming, miembro del grupo de la iglesia que, hasta ese momento, no sabía nada de la TPRF ni del PEP, acordó coordinar el curso junto a Candice. El programa piloto fue «un cambio considerable en nuestras vidas —dice Cherice—. Realmente me hizo darme cuenta de que todo lo que necesito ya está dentro de mí».
En cada sesión del PEP se visionan videos de las conferencias internacionales de Prem Rawat, en la que se insta a la gente a aprovechar sus herramientas innatas, sus armas interiores, la capacidad de elegir, la esperanza y considerar la posibilidad de la paz interior. Al principio, algunos de los participantes se mostraban escépticos sobre el mensaje, señala Cherice.
«Para algunos de nosotros, la idea de la paz interior era un desafío —dice una participante—. ¿Cómo puedo siquiera encontrar la paz dentro de mí?».
A medida que el curso avanzaba, los temas se iban clarificando, con la ayuda de vibrantes discusiones durante los períodos de reflexión, en el que los participantes se ayudaban mutuamente a comprender el contenido de los materiales.
A medida que el curso avanzaba, los temas se iban clarificando, con la ayuda de vibrantes discusiones durante los períodos de reflexión, en el que los participantes se ayudaban mutuamente a comprender el contenido de los materiales.
«La persona que más escéptica se había mostrado acerca de la posibilidad de la paz interior terminó entusiasmado con la idea —comenta Cherice—. Creo que muchas de nuestras respuestas nos salían de dentro. Para mí, fue muy interesante ver como los demás se transformaban y sentir, a la vez, mi propia transformación».
Tanto Cherice como Candice estaban gratamente sorprendidas por lo fácil que había resultado coordinar el PEP. «Cuando leí la información sobre el programa pensé que iba a ser más complicado y me preocupaba la gran cantidad de tiempo que iba a necesitar —dice Candice—. Sin embargo, los materiales son muy claros y el equipo nacional del PEP nos ayudó mucho. Fue muy fácil y divertido».
El primer PEP tuvo 10 participantes, y ahora Cherice y otras personas con las que trabaja están planeando un nuevo PEP dirigido a los miembros de la iglesia. También están buscando la manera de ofrecérselo a los centros penitenciarios de la zona. «Muchos de nosotros no queríamos que el PEP terminara —añade Cherice—. Así que vamos a hacerlo de nuevo en invierno».
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